El olvido, ese gran simulacro


“Querer olvidar no es borrar, en la misma intención del olvido subyace el recuerdo”

A menudo, nos suceden o hacemos cosas que en un futuro pretendemos borrar, eliminar o hacer desparecer, pero en nuestro cerebro no encontramos esa función específica, no hay una tecla para pulsar e ir eliminando todo aquello que no consideramos valioso mantener. No existe la función voluntaria del olvido.


Para saber un poco más sobre él, propongo que nos dirijamos a las diferentes acepciones que propone la RAE (Real Academia Española):
Olvido.

1. m. Cesación de la memoria que se tenía.

2. m. Cesación del afecto que se tenía.

3. m. Descuido de algo que se debía tener presente.

Como podemos comprobar, al olvido se le define como un acto involuntario, no intencionado, utilizando términos como cesación, descuido… ¿Y qué hay de cuando queremos olvidar?

Por ejemplo, imagina que acabas de ser víctima de una ruptura amorosa, es decir, te han dejado, puedes intentar renegarlo varios días o semanas, o decidir olvidarlo. ¿Y qué difícil es mandar esta orden a nuestro sr. Inconsciente verdad? ¿Qué le decimos?

-“Oye perdone he decidido borrar todos los recuerdos de María, o de Pedro, no quiero volver a pensar en él/ella, por favor puede depurarlos o eliminarlos debidamente, que no queden manchas”

¿No es verdad, que el olvido se encuentra lleno de memoria? ¿No piensas que la intención de olvidar se encuentra plagada de esos recuerdos?

Cuando nos ocurren cosas valiosas o significativas para nosotros, esas a las que le ponemos las etiquetas de “importantes”, ya sean de manera consciente o inconsciente, resulta difícil que podamos olvidarlas. Casi nunca podremos olvidar nuestro primer amor, aunque hayamos rehecho nuestras vidas amorosas, tampoco el fallecimiento de algún ser querido, aunque riamos, incluso el nacimiento de un hijo, aunque el dolor del parto haya pasado…

La única manera de no recordar algo, es que no haya pasado, por lo tanto, en vez de sufrir, martirizarnos por ello o intentar pensar que pasara de otra manera, la opción más saludable es aceptarlo. Sí, aceptarlo, cambiar nuestra visión, aceptar que pasó, y pensar qué bueno y qué malo trajo, aprender de lo sucedido. Convertir lo que nos pasó en parte de nuestra propia experiencia, que es la que nos ha alimentado en nuestro crecimiento.

Decía Benedetti, el olvido… un gran simulacro repleto de fantasmas. Y que razón tenía.

Por lo tanto, no perdamos el tiempo en querer olvidar o eliminar hechos, situaciones o personas, empleemos nuestro tiempo en aprender lo bueno y lo malo de ello.

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