Aprender de los errores: virtudes del fracaso


En la vida, a veces se gana y a veces… se aprende. A diferencia de lo que la sociedad cree, el fracaso – o la sensación de no haber alcanzado un objetivo en concreto – no siempre es negativo. Puede ser una fuente de aprendizaje y de superación de uno mismo. Eso es lo que nos explica Cécile Neuville, psicóloga y autora de Aprender a desistir. La experta nos da algunas pistas para sacar provecho de nuestros fracasos.


¿Por qué el fracaso está tan mal valorado?
En nuestra cultura, no conseguir un objetivo se considera un fracaso. Tenemos la sensación de que perdemos valor. Es un punto de vista que se transmite de generación en generación y en todos los niveles: padres, profesores, directores de empresa… Pero todo eso está empezando a evolucionar.
Este es un país que se ha abierto a la cultura oriental, a la práctica de disciplinas zen y al “desistir”, lo cual implica una revalorización del intento. En lugar de llamarlo fracaso, yo prefiero hablar de intentos y tentativas. Que el intento no llegue a buen puerto no significa que no avancemos, sino todo lo contrario.


Más allá de la opinión de los demás o de la propia sociedad, ¿por qué nos cuesta tanto aceptar el fracaso?
Para empezar, porque la propia sociedad no nos prepara para ello. Y también porque un fracaso nos enfrenta a nuestros límites. Nos encontramos cara a cara con nosotros mismos y eso a veces afecta a la autoestima.


¿Afecta del mismo modo un fracaso sentimental, profesional o personal?
Es una cuestión de percepción. Las personas optimistas siempre encontrarán soluciones para avanzar, sea cual sea el campo que se vea afectado, mientras que los pesimistas verán el vaso medio vacío siempre, independientemente de la situación. Sin embargo, es cierto que a veces es cuestión de arraigamiento, de resistencia. Algunas personas avanzarán sean cuales sean los obstáculos: y es que siempre habrá uno, relacionado con su historia, que se les resista y que les impida avanzar.

Una cosa está clara; las personas que siempre avanzan tienen dos cosas en común: su capacidad de resiliencia (no dejan que la culpabilidad les domine, aceptan esa cruz y además encuentran un sentido) y el “coping” (aprenden a vivir con esa cruz, no pretenden luchar contra ella sino afrontarla de cara). Estas personas están convencidas de que la frustración o la dificultad es tan solo un obstáculo, no una finalidad.

“El peor error no es la frustración, sino la incapacidad de gestionarla”. François Mitterrand


¿Cómo puede ser la frustración constructiva?
Para empezar, intentar algo a pesar de no conseguirlo es la base del aprendizaje. Aunque no alcancemos el objetivo, avanzamos, progresamos, incluso aunque tengamos que tomar otro camino. También podemos aprender mucho de nuestros errores. Y, además, la frustración debe ayudarnos a ser humildes, a tener perspectiva, a no aferrarnos a evidencias. Si todo estuviera ganado desde el principio, no tendría gracia. Desde luego, la finalidad no es superar obstáculos para conseguir un objetivo, sino aprender a transformarlos cuando se nos presentan.


¿Crees que es imposible triunfar sin antes fracasar?
En absoluto. Cuidado tenemos la tendencia a pensar que para disfrutar de la felicidad, antes debemos experimentar la más profunda tristeza. ¡Pero es falso! Uno puede triunfar en la vida sin tener grandes fracasos, del mismo modo que uno puede ser feliz sin haber sido infeliz. Las personas que han sufrido grandes desgracias no son necesariamente las personas más felices. Por otro lado, es importante encontrar sentido a esas desgracias para continuar avanzando.

El consejo de Cécile Neuville: Para superar un fracaso, siempre aconsejo a mis pacientes que se tomen un tiempo para elaborar una lista de sus éxitos y triunfos para después pedir a su entorno que los analice. Así recuperan mucha confianza en sí mismos. Y, sobre todo, ¡hacer una lista con las metas conseguidas ayuda a alcanzar el éxito!

Precisamente, en ese momento en que tocamos fondo, en el que experimentamos el desazón de un fracaso, es muy difícil ver el lado positivo. ¿Cómo seguir adelante? ¿Es importante llorar? ¿Debemos permitirnos estar tristes o enfadados?

En un primer momento, el mejor modo para salir de ese agujero negro es aceptar las emociones. Es lo que se denomina inteligencia emocional. Hay que aceptar las emociones y saber gestionarlas. Si estoy triste, me permito llorar para poder estar mañana mejor y con ganas de encontrar soluciones y salir adelante. No hay que negar las emociones; somos seres humanos y forman parte de nosotros. Sin embargo, nunca deben dominarnos, o desbordarnos. Sentimos emociones, pero no somos esas emociones.

Por último, quisiera añadir que hay que analizar el fracaso y tratar de encontrar soluciones para avanzar, pero también para evitar la culpabilidad. Intentar encontrar soluciones es más eficaz que tratar de buscar una explicación a ese fracaso. Esa actitud no solo nos recuerda ese fracaso cada día, sino que además no proyecta ningún futuro.


¿En qué casos el fracaso deja de ser constructivo y empieza a ser destructivo?
Cuando no conseguimos superarlo, cuando nos impide ponernos nuevos objetivos. El fracaso pierde cualquier aprendizaje cuando nos inhibe y nos impide tomar nuevos riesgos.


¿Cuál es la clave para transformar un fracaso en una fortaleza?
Para empezar, debemos ser capaces de relativizar y quitar dramatismo al tema. Aceptar el fracaso es muy importante, ya que forma parte de la vida y es inevitable. La capacidad de adaptación es lo fundamental. Hay que saber que las cosas no siempre van como uno quiere porque, después de todo, no somos perfectos. En efecto, para seguir adelante, tenemos que aceptar las emociones y canalizarlas. También aconsejo tomar un poco de perspectiva, quizá mediante la meditación, la relajación, el deporte o un masaje, dependiendo de las preferencias. Lo importante es renovar la energía.


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J. Xavier

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