El efecto de falso consenso


Mucha gente piensa que tiene una asombrosa capacidad predictiva de la conducta de los demás, porque al fin y al cabo no es tan difícil conocer la forma en la que se comportan o van a comportar aquellos con los que siempre estamos. Como ya sabemos, nuestra realidad está totalmente organizada gracias a los esquemas cognitivos que hemos ido formando gracias a la experiencia, y que nos permiten andar por el mundo con cierta seguridad sobre las cosas.

Cuando hacemos un estudio pormenorizado, vemos que esta tendencia a organizar el medio se da también cuando nos enfrentamos al comportamiento de los demás, queremos describirlo y explicarlo para poder predecirlo.

Una de estas tendencias es la que llamamos falso consenso. El profesor Lee Ross, de la Universidad de Stanford lo estudió a través un curioso experimento. En él, tomó a una muestra de sujetos a los que se les pedía que leyeran una historia que contaba situaciones en las que se daba algún tipo de conflicto, que se podía solucionar de dos maneras distintas (forma A, por ejemplo con violencia y forma B, por ejemplo dialogando). Luego se les pedía que escogieran una de las dos soluciones, que dijeran qué opción escogerían los demás y por último, que describieran el tipo de persona que escogería cada una de las opciones.

Los resultados que encontró Ross, mostraron que la mayoría apostaba que los demás elegirían lo mismo que ellos sin lugar a dudas, porque “la otra opción era imposible que la escogiese nadie”. Esto ponía de manifiesto lo que Ross y otros autores denominaron falso consenso, es decir, la tendencia a creer que la mayoría de las personas piensa de la misma manera que nosotros, cuando en la mayoría de los casos no es cierto.

Es todavía más curiosa la descripción que hacían los sujetos de los demás, sobre la gente que pensaban que escogería lo mismo que ellos hacían juicios favorables y los describían como personas amables, simpáticas y agradables, justo lo contrario de aquellos que no escogiesen su misma opción.

Resumiendo, que la gente tiene la tendencia a pensar que las personas que no piensan igual que ellos tienen algún problema. Esto dicho así no parece algo especialmente importante,de hecho podría ser una conclusión a la que podría llegar cualquiera sin necesidad de ser psicólogo. Sin embargo, lo fascinante de este estudio es que demuestra científicamente que somos unos predictores de conductas realmente malos, y pensemos en las aplicaciones en nuestra vida diaria: equipos de fútbol, ciudades, países, razas, ideologías… pensar que por ejemplo, nuestra idea de que los ancianos son gente inútil puede llevarnos a desarrollar conductas negativas hacia ellos, pero si además creemos que es algo que piensa todo el mundo, no existe motivo alguno para modificar esa cognición. Además, las actitudes radicales hacia personas con distintas creencias están a la orden del día, encasquetar a los que están en “el bando contrario” características de personalidad negativas, aún sin conocerlos de nada (ojo, en este estudio ni siquiera existían esas personas que escogían lo contrario) puede llevar a consecuencias sociales muy negativas como la discriminación o la marginación, porque si ya sabemos que son malas personas, ¿para qué nos vamos a molestar en conocerlas más?.


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